El día que conocí un hito
Por: Marco Roncagliolo
Una noche, mi padre
llegó muy tarde a nuestra casa en Chaclacayo de una reunión internacional. A
los minutos, tuvo que irse a otra reunión en la cancillería. Solo me veía un
breve instante y partía a su trabajo. En una oportunidad, mi padre tenía que
viajar a una reunión en Japón, al inicio pensó llevarme, pero mi madre le dijo
que podría perder las clases y retrasarme en el colegio. De su trabajo en la
Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS), el cual consistía en la
conservación de los recursos marinos y temas acerca de las 200 millas, pasó a
uno importante y que tenía que ver con la frontera entre Ecuador y Perú. Como
estaba cansado de que se fuera de viaje y no me llevara, le dije: "¡Ya
basta!, siempre te vas a reuniones y no me llevas. Quiero que me lleves a tu
próximo viaje". Quedo sorprendido por mi actitud y accedió llevarme en una
misión de inspección a un hito. Ese se fue el inicio de mi primer viaje hacia
la selva donde conocería un hito fronterizo.
Partimos en la madrugada
de un domingo. Llegamos en unos minutos al aeropuerto Jorge Chávez donde
tuvimos que esperar a una persona que no llegó. Ya en el avión, se veía las
montañas; a los minutos, la selva; y después, el aeropuerto internacional
Francisco Secada Vignetta de Iquitos. En la salida del aeropuerto, una comitiva
nos esperaba para llevarnos a una base militar donde nos mostrarían mapas para
ubicarnos mejor y llegar al hito. De un bote, a un hidroplano, volar por la
selva unos minutos y llegar en medio del río serpentino. Al abrir la puerta,
nos esperaba un bote para llevarnos a otra base militar, en el camino se
observaba un hito rodeado de militares que investigaban la zona hasta que
llegamos a la base militar.
La base militar, como
cualquier otra, llena de ambientes típicamente castrense. Una bandera del Perú
en la zona de bienvenida. La espera en la base, previamente a partir en
helicóptero, se debía a un mal tiempo. A veces, se abre un hueco en las nubes
donde se puede ver lo que tienes frente a tí y es la única oportunidad de que pase
el helicóptero. En otro momento, se cierra la visibilidad de las nubes y puedes
estar frente a un cerro sin darte cuenta y terminar estrellado. Después de
estar casi un tiempo esperando, entre una a dos horas, nos dieron la luz verde
para continuar nuestro viaje. Durante el vuelo, un general comenzó a hablarme
de su hijo y sobre lo bueno que era conocer un hito para una persona de mi
edad. Así, continuó nuestro viaje hasta aterrizar en el helipuerto.
Tenía una sensación de
impresión de que estuviera en medio de un helipuerto, en la profundidad de la
selva, acompañado de mi padre y otras personas que iban a inspeccionar la zona.
Lo que recuerdo de allá fue que mi padre y yo estabamos caminando por una
trocha creada por los militares que previamente habían recorrido el lugar.
Nunca me voy a olvidar de los puentes que había que cruzar, compuestos de dos
troncos de agarradera para cada mano y uno para los pies. Debajo del puente
estaba la arena movediza. Cuando mi padre se resbalaba, los otros miembros del
equipo le hacían bromas: "No se vaya a caer, sino se queda en la
selva". Otro recuerdo que siempre quedo grabado fueron escarabajos del
tamaño de un plato aterrizando a mi costado y haciendo sonidos parecido a un
helicóptero.
Al final de tanto
viaje llegamos a un lugar, en lo profundo de la selva, donde nos indicaron
que había estado las coordenadas iniciales del hito. Era practicamente una zona
a la orilla del río y en frente teníamos un panal de abeja enorme. Sólo
estuvimos unos minutos para que le informen algunos datos a mi padre y los
otros expertos enviados por la cancillería. De ahí, continuamos nuestra
aventura, casi como las películas de Indiana Jones, pero faltaban las
tarántulas enormes y las ruinas escondidas. En medio de la nada, apareció el hito
naciente, una estructura de concreto con la palabra Perú y sus respectivas
coordenadas; y del otro lado, decía Ecuador y sus coordenadas. Sorprendido
de estar en la frontera, entre Ecuador y Perú, mi padre llamó a uno de los
inspectores y a mí para tomarnos una foto.
Un tiempo después, el
lugar sería el escenario de la firma del Acuerdo de Paz entre Ecuador y Perú
por los presidentes Alberto Fujimori y Jamil Mahuad. Hasta el día de hoy, esa
foto la observo como un agradable recuerdo de la vez que conocí un hito en la
frontera entre Ecuador y Perú.
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