Qué ocurrió al inicio de la Unidad Italiana
Por: Marco Roncagliolo
Después de la segunda fase del Risorgimento con la unión del sur se inauguró la Cámara como la primera legislatura del nuevo reino. Recién al siguiente mes, el 14 de marzo de 1861 se proclamó el Reino de Italia, que tenía como rey a Vittorio Emanuele II y el Estatuto Albertino como carta constitucional. Este documento establecía que el gobierno monárquico representativo confería al Rey la facultad de convocar al Parlamento y a la Cámara.
En ese momento, en el Parlamento Italiano surgió el asunto de cómo se iba a organizar administrativamente el nuevo Estado. La opción federalista fue descartada cuando el parlamentario Giuseppe Ferrari propuso el federalismo en octubre de 1860 para evitar la superposición de un estado unitario sobre los demás estados italianos. Cavour y sus partidarios moderados respaldaron formas de autogobierno basadas en la descentralización, influenciadas por el modelo inglés. Luigi Carlo Farini y Marco Minghetti, quienes encabezaron el Ministerio del Interior entre marzo y octubre de 1860, apoyaron la introducción de la descentralización en el sistema administrativo del Estado. En marzo, Minghetti presentó al Parlamento cuatro proyectos de descentralización, pero no obtuvieron resultados. Finalmente, entre octubre y noviembre de 1861, se emitieron decretos hacia una transición y la extensión de la ley sarda a toda Italia sobre la organización provincial y municipal.
El problema del Mezzogiorno surgió debido a dos preocupaciones por la anexión del Reino de las Dos Sicilias. La explosión del brigantaggio confirmó la impresión del carácter salvaje y bárbaro de la población meridional. Esto se debió a la ilusión de la masa campesina de seguir entusiasmada por Garibaldi y la promesa de mejora social y económica instrumentalizada por Francisco II de Borbón, debido a la usurpación de tierras que generó protestas campesinas. Ante la falta de certeza, la única respuesta fue el envío de tropas al Sur bajo las órdenes de Enrico Cialdini.
"Italia è fatta", una frase de Massimo d'Azeglio. Sin embargo, en los primeros años de la Unidad, faltaba un requisito crucial: la lengua. En ese momento, la mayoría solo comprendía los dialectos regionales. Para el año 1861, los analfabetos constituían el 80% de la población, con variaciones en el Norte y el Sur. El ministro de Educación Gabrio Casati, en 1859, enfrentó el reto de establecer una educación primaria para reducir el analfabetismo. Las escuelas militares lograron los mejores resultados en educación, ya que requerían que sus estudiantes supieran leer y escribir para graduarse. Los liberales fomentaron la fusión entre italianos a través del reclutamiento del Ejército a nivel nacional.
Después de la guerra en 1866, así surgió el problema financiero. El gobierno lanzó un empréstito de 500 millones y una parte de los bonos se colocaron en el extranjero. Quintino Sella, exponente de la clase dominante, sostenía que para recurrir al crédito como venta de bienes del Estado eran necesarios más impuestos. La deuda alcanzó el 72% del PIB, y medidas impopulares, como el impuesto al molino en 1868, generaron descontento. La adopción de la moneda forzosa hasta 1881 aceleró la unificación monetaria. En verano de 1866 se aprobó la Ley de Supresión de las Corporaciones Religiosas afectando las relaciones entre el Estado y la Iglesia.
En resumen, los primeros años de la Unidad Italiana durante el Risorgimento fueron testigos de desafíos multifacéticos, desde la configuración administrativa hasta las complejidades lingüísticas y financieras. Aunque la fundación del Reino de Italia bajo Vittorio Emanuele II y la proclamación de la Carta Constitucional Albertina en 1861 marcaron un logro significativo, la descentralización, los problemas educativos y la deuda sustancial subrayaron las dificultades inherentes a la unificación de una nación diversa. Los conflictos en el Mezzogiorno, los esfuerzos contra el analfabetismo y las tensiones financieras después de la guerra de 1866 ilustran la ardua tarea de construir una identidad nacional coherente. A pesar de los obstáculos, la persistencia en enfrentar estos desafíos sentó las bases para la Italia unificada que conocemos hoy, creando una nación con una historia rica en superación y adaptación.
Referencias
Lepre, A. y Petraccone, C. (2008). Storia d'Italia dall'Unità a oggi. Il Mulino, pp. 9-36.
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